-Me encantan estas vistas -Lore parecía perdida en la imagen de Donosti, con la playa de la Zurriola y el barrio de Gros iluminando la noche bajo sus pies -. Ha merecido la pena subir esas escaleras.

Lore y su pareja, Igor, estaban sentados en el murete de piedra que se encontraba en el paseo de Arbola del monte Ulía, que limitaba la ciudad de San Sebastián por el oeste conectándola con Pasaia en un paseo de montaña precioso, por el que pasaba el camino de Santiago y desembocaba en la entrada al puerto.

-Y eso que te daba miedo venir con tanta oscuridad, ¿eh? -bromeó Igor.

Lore hizo una mueca sin apartar los ojos de la ciudad, iluminada por las farolas y las luces de los coches que alumbraban la noche.

-Hombre, entiende que subir al monte a las once… -se miró el reloj de pulsera de su mano izquierda -no, perdona, doce menos diez de la noche… pues un poco sí que acojona.

Igor se rio quedamente, comprensivo.

-Y entre semana, además. Que, si me dices que es fin de semana, algo de gente suele haber -comentó Lore.

-¿Ah, sí? ¿Montañeros?

-No, hombre -Lore soltó una carcajada -. Chavales que vienen a hacer botellón, o que se traen a la novia en moto para morrearse con las vistas de la ciudad de fondo…

-Muy noventero todo.

-¿Verdad?

-Solo falta el asesino slasher con máscara de Scream, rollo “Sé lo que hicisteis el último verano…”

-No -Lore acercó la cabeza de rubios rizos hacia su chico hasta quedar nariz con nariz -. Solo falta que me morrees.

Y antes de que Igor pudiera meter la pata con otra ocurrencia, la joven lo besó en los labios.

Estuvieron un rato así, perdidos en su mundo de besos y caricias que ninguno parecía tener prisa por terminar, cuando el titileo de una farola hizo que Lore frunciese el ceño y se despegase con un último y sonoro beso de los labios de Igor.

El mirador Arbola se encontraba al final de la calle que le daba nombre; un paseo en el que se contaban pocos caseríos, cada vez más aislados a medida que se ascendía y se apreciaban las vistas de la ciudad. Concretamente, el mirador se hallaba en el paseo de grava que sustituía el asfalto de la calle que finalizaba a escasos metros. El camino era estrecho, pues un abrupto terraplén vertical, por un lado, y el acantilado hasta la playa de la Zurriola, por el otro, limitaban el paseo a apenas dos metros y medio. Junto con la carretera también acababa el sistema de alumbrado; la última farola distaba de ellos un centenar de metros, y era de esas altas que se curvaban hacia adelante. En ese momento parpadeaba intermitentemente, dejando el lugar en completa oscuridad durante un segundo para luego volver a desplegar un rayo de luz blanquecina.

Igor también se giró, extrañado.

-Vaya, qué buen momento para que se funda la última farola de todo Ulía -murmuró con sorna.

-Espera, hay alguien -Lore se irguió, un poco, buscando con la mirada.

Un segundo de luz. Un segundo de oscuridad. Otro segundo de luz.

Otro de oscuridad.

-Es verdad, ya la veo -comentó Igor.

-Es una… ¿señora…?

Una figura humana se encontraba bajo la farola, aunque era difícil ubicarla entre la intermitencia de la luz. Con cada parpadeo captaban algo nuevo: una cabeza semioculta bajo un abultado velo, unas ropas tradicionales…

-Parece que viste como las antiguas dantzaris -comentó Igor, pensando en las fotos de su abuela cuando era joven, en el pueblo.

-De hecho -Lore susurraba, algo intimidada por la falta de luz y aquella aparición -, creo que está bailando.

La figura, encorvada, había alzado ambos brazos, colocándolos en cruz. Estaba de espaldas a ellos, aunque, por la distancia y la luz, tampoco habrían podido verle bien la cara. La larga falda acababa en unas alpargatas que se movían de puntillas, rítmicamente, como si marcasen el paso de una polka.

Un segundo de luz. Uno de oscuridad.

-No sé si me da mal rollo o ganas de reír -comentó Igor.

Antes de que Lore pudiera responder, la luz de la farola se apagó durante un segundo. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.

Volvió a encenderse, y la visión de lo que apareció ante sus ojos le hizo pegar un grito de sobresalto.

-¡Eh, tranquila…! Guau, ¡me has asustado! -Igor había pegado un bote por el susto -¿Se puede saber qué…?

Lore se tapaba la boca con una mano. Alzó la otra, temblorosa, señalando un punto entre ellos y la farola.

-La señora… está más cerca…

Igor se inclinó hacia adelante, todavía sentado en el murete, entrecerrando los ojos para ver mejor.

-¿Estás segura? Yo la veo bailando, igual que antes…

-Igor, joder, no estoy para jueguecitos.

-Vale, tienes razón, igual sí que parece haberse movido… o igual ya estaba ahí antes, desde aquí es difícil… De todas formas, tampoco se ha movido mucho.

Lore dudaba.

-Joder, me haces dudar. Juraría que antes estaba justo debajo de la farola, y mírala ahora. Casi no se le ve, ni cuando se enciende la farola. Es como…

Como si se moviese hacia ellos cuando la luz se apagaba, Jackie.

-A ver si la señora va a estar jugando al “un, dos, tres, carabín-bom-ban”, ¿eh? -Igor no cejaba en sus intentos de bromear sobre el asunto.

-Nosotros lo llamábamos “un, dos, tres, toca la pared” …

La mujer seguía de espaldas a ellos, los brazos en cruz, balanceándose de lado a lado de la carretera con parsimonia. “Como si flotase…” pensó Lore, incapaz de apartar la vista. Los segundos de luz y oscuridad se sucedían como si unos párpados gigantes, dueños de toda la luz que hubiera en ese momento en Ulía, se abriesen y cerrasen a elección. De no estar cortándoles la única vía de vuelta que tenían para bajar del monte, la joven no habría esperado ni dos segundos para emprender el camino a casa. Había algo en aquella mujer… el silencio con el que había aparecido, el desconcierto que les provocaba ver a una anciana a esas horas en aquel paraje tan apartado, la gracilidad con la que se movía de un lado a otro, con lentitud, marcando los pasos con pequeños saltitos, como si fuera una niña la que bailaba, una niña anciana…

La luz volvió a apagarse unos segundos. Incluso los insectos que poblaban la noche parecían haber enmudecido.

Un segundo. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.  

La farola volvió a encenderse. Durante un segundo.

-¡Ahh!

Ahora sí se levantaron como un resorte, Lore e Igor, para quedarse de pie sobre el muro de piedra en el que llevaban un rato sentados. El perfil de la mujer, con los brazos extendidos en cruz, estaba ahora justo en el inicio del camino de grava, donde acababa el asfalto, a escasos quince metros del lugar donde se encontraban. Igor empezó a hiperventilar, con Lore agarrándole fuertemente del brazo.

-Es imposible… -los labios de Igor temblaban al hablar.

Era imposible que aquella señora mayor, a juzgar por la postura encorvada y el modo de moverse, se hubiera movido tan rápido, tantos metros y cuesta arriba. “Pero es que es imposible hasta para un atleta de velocidad, joder” pensaba Igor. “Nadie puede moverse tan rápido.”

-Tiene que ser una puta broma -era solo un pensamiento, pero la boca del joven lo expresó en voz alta -. Sí, joder, está claro que es una broma -se giró un momento hacia Lore, intentando dar una imagen tranquilizadora -. Alguien se está haciendo el gracioso, seguro que lo están grabando todo, ¡eh! ¡EH!

Igor bajó de un salto al suelo, dirigiéndose hacia la anciana bailarina.

-Ya vale con la puta broma, ¡eh!

-¡Igor, espera!

Lore le agarró del brazo.

-No estoy segura de esto, no te acerques por si acaso.

-Pero Lore, seguro que es un susto que nos quieren dar unos chavales idiotas, lo harán con todos los que se queden aquí solos…

-Igor, mira.

La joven señalaba a la anciana con un gesto de la cabeza. En los segundos de luz que recortaban el perfil de su figura, unos mechones canosos que escapaban del velo que ocultaba su cabeza se distinguieron a la luz de la farola.

-No parece un chaval, Igor.

El joven parecía confuso. Su principal fuente de negación, a la que se aferraba con firme desesperación, se tambaleaba.

-Será un disfraz…lo tienen todo pensado… -su voz era insegura.

La intermitencia de la luz parecía ahora marcar el paso del baile de la mujer, todavía de espaldas a ellos. Uno de sus pies, vestido con alpargatas, pisó el camino de tierra haciendo un ruido característico en la gravilla. Aquel sonido les provocó un agudo escalofrío.

Igor tomó una decisión.

-Se acabó. Nos vamos de aquí. Voy a pedirle que se aparte, y nos vamos.

Se soltó del brazo de Lore y avanzó unos pasos intentando aparentar seguridad.

-¡Eh!

La mujer seguía bailando. Un segundo de luz, uno de oscuridad.

Igor levantó la voz:

-Mire, no sé quién es usted, no queremos molestarla. Mi pareja y yo vamos a pasar.

La bailarina hizo caso omiso. Igor ya estaba a pocos metros; unos pasos más y estaría a su altura. El camino era tan estrecho que tendrían que pasar muy cerca de la anciana, que no paraba de moverse lánguidamente, mecida por aquella sinfonía que solo parecía escuchar ella.

Igor se giró hacia Lore.

-Ven, vamos. Pasaremos rápido y nos iremos a c… -la expresión de terror de Lore lo dejó con la palabra en la boca.

La joven señalaba a su espalda. Igor se giró, helado.

La anciana había detenido su baile. Por primera vez en toda la noche no se encontraba de espaldas; su figura encorvada, semioculta por el velo, los miraba de frente en completo silencio.

Un segundo de luz. Uno de oscuridad.

-¡Igor, corre, sal de ahí…!

Las facciones de la bailarina estaban ocultas bajo la sombra del velo. Solo un mentón blanquecino y media boca de labios resecos se entreveían a la luz intermitente de la farola, entrecortando la silueta de la señora.

Un segundo de luz. Una sonrisa de pesadilla en la comisura de aquella boca.

Oscuridad. La luz no volvió a encenderse.

Un segundo. Dos. Tres. Cuatro. Cinco.

El sonido de unas alpargatas corriendo por la gravilla a una velocidad imposible, acercándose a los dos jóvenes.

-¡¡IGOR!!

Un grito agudo hendió la oscuridad.

2 comentarios en “LA BAILARINA DE ULÍA”

  1. Bualaa!!! Me he asustado mucho leyéndolo! Creo que la próxima vez que vaya a Ulía me acordaré…
    Es el primer relato corto que leo, he sido siempre de libros, pero hace demasiado tiempo que no tengo la oportunidad o el tiempo de leer…
    Por eso, ahora mismo el formato es perfect para mi y me ha encantado hacerlo, ha sido el soplo de aire que necesito en estos momentos de muchísimo estres, muchísimo trabajo y nada de tiempo para mi…

    Eskerrik asko por crear, compartir… y por conseguir que me meta de lleno en tu historia

    1. Maddi!! Qué ilusión leerte y que te haya gustado! Eso es justo lo que busco, entretener un poco, nada más. Qué bueno que te haya servido! Solo por eso ya ha merecido la pena escribirlo. Mila mila esker erantzunagatik! Ea laster ikusten garen

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