No estoy seguro de cuándo empecé a escribir “El akelarre de San Sebastián”. Creo que empezó a gestarse en 2017 o 2018, porque por aquel entonces yo trabajaba en los autobuses nocturnos, y sé que la idea se me ocurrió en una de esas noches, sobre las tres o cuatro de la madrugada, en la línea que une el Boulevard con el barrio de Añorga y Rekalde. Conduciendo en la oscuridad mientras escuchaba el murmullo quedo de la radio, aburrido, pasé unas cuantas veces bordeando la bahía de la Concha, que descansaba con la isla de Santa Clara iluminada como si fuera el último bastión frente a la inmensidad del mar, y la idea de ambientar una novela de fantasía en la noche donostiarra me pegó de sopetón. Recuerdo pensar que, en ese preciso momento, podía ser la única persona del mundo contemplando la famosa bahía. Toda para mí. Fue entonces cuando surgió la primera chispa de inspiración; la primera idea para plasmar mi torbellino mental en un papel.

No escribo como los escritores normales; ya me gustaría. Los hay que trabajan mecánicamente, regulares, poniéndose como objetivo escribir tres páginas cada día, o llegar a las 2000 palabras. ¿Yo? Mi manera de escribir es enfermiza, adicta, como si fuera un yonqui que necesita su dosis de escritura de tanto en cuando. Soy capaz de escribir cincuenta páginas una noche cualquiera, pasarme horas sin levantar la vista del teclado que aporreo febrilmente, y luego estar tres meses sin encontrar la motivación, las ganas o la iniciativa para escribir. Si junto todos los días que me he pasado para escribir esta novela creo que no llego al mes de escritura; pero me ha llevado años acabarla, porque escribía muy de vez en cuando. He intentado llevar una rutina, pero eso de escribir dos horitas al día y pendiente de un reloj no va conmigo; dame tres meses sin relojes, con las persianas bajadas y sin estímulos del exterior, y te escribiré tres novelas (y tendrás que recogerme con una carretilla, también).

¿Qué debe reunir una musa para ti? Te lo plantearé de otra manera: ¿qué es para ti una fuente de inspiración? Pienso que ha de ser algo que me atraiga a la vez que me repele. Algo que me provoque deseo y, a ratos, el rechazo más absoluto. Cuando llegué a Donosti, a la ciudad de la bahía de la Concha, el lugar donde el monte de Ulía se cierne sobre la famosa playa de la Zurriola, donde la flor y nata del cine mundial se pasea frente al Kursaal, donde los fuegos artificiales sumen la ciudad en un silencio sobrecogedor mientras se ilumina el cielo, ese primer año me lo pasé prácticamente sin levantar el culo del asiento del conductor. Era mi primer año en una empresa y una ciudad nueva, y el trabajo me absorbió bastante hasta que supe gestionarlo. Pero gracias a él descubrí los rincones más remotos de la ciudad, a la vez que me comí sus exabruptos. Vi la cara amable de la gente, pero también descubrí la mala leche. El yin y el yang de una ciudad que recorro ocho horas cada día, de madrugada, por la mañana, por las tardes y por las noches. La cara buena y la mala del trato de cara al público. Ser conductor de autobús en una ciudad como San Sebastián, atractiva, gastronómica, futbolera y turística puede ser gratificante pero muy cargante a la vez. En este oficio te puedes llevar la sonrisa más amable y, dos minutos después, el desprecio más hiriente. En ese puesto, con las manos al volante y la ciudad entera desplegada ante ti, y aunque lleves el autobús lleno hasta la bandera, uno puede llegar a sentirse solo. Aislado en el habitáculo donde te encuentras con un abanico de botones que parece la cabina de mando de un crucero de combate de Star Wars (cuenta la leyenda que la mayoría de los chóferes no conocemos la utilidad de la mitad de esos botones), con la radio, la emisora de inspectores y la billetera haciendo de parachoques frente al estrés de la carretera, uno se pierde muy fácilmente en sus pensamientos aunque esté rodeado de señoras y señores que van a la compra, hinchas que se acercan a ver el partido de la Real Sociedad o chavales que parlotean camino del instituto. Pero muchos de nosotros abrazamos con gusto esa soledad, ese aislamiento, esa cabina donde vivimos momentos de estrés, de sustos, de alegría, de prisas…Y fue en esa soledad, cómodo, calentito en las noches de invierno mientras patrullaba la bella Easo, cuando empecé a dar rienda suelta a mi imaginación.

Nací en el año 90, y el primer libro que recuerdo haber leído fue El Hobbit, de Tolkien. Las sagas de Harry Potter, Star Wars y El Señor de los Anillos tuvieron mucha influencia en los de mi generación. La idea de un mundo más allá de lo que ven nuestros ojos siempre me ha fascinado. ¿Y qué mejor lugar para una historia que una Donosti… de otra dimensión? Una San Sebastián que fuese la cara oculta de la actual: una Donosti sin el glamour, sin el señorío de la San Sebastián real. Una ciudad fantasma, oscura, tenebrosa, con criaturas ancestrales que esperan el abrigo de la noche para salir a cazar. Un lugar hostil, al contrario que la capital guipuzcoana que conocemos. Unos habitantes aterrorizados, sobreviviendo a duras penas mientras los engendros pululan libremente a su alrededor… ¿te lo imaginas?

¿Te imaginas una tribu de guerreros en este barrio? ¿Y si este parque se convirtiese en el coto de caza de unas criaturas carnívoras inmisericordes? Imagina que un monstruo de proporciones titánicas habitase la bahía de la Concha, y nadie pudiera bañarse en ese lienzo perfecto por terror a ser devorado… ¿cómo suena eso? Y espera, para, chssst, un momento… ¿eso que se oye es una risa de bruja en la oscuridad…?

No me digas que no te atrae, aunque solo sea un poco… ¡Pasen y vean, la ciudad de los horrores! Imagina el barrio de Riberas y Loyola como un lodazal neblinoso… el cielo es una nube enorme y oscura de tormenta; ¡dicen que en Egia se está reuniendo la resistencia! Corre, mejor unirse a gente como tú… la zona de Aiete es zona prohibida… ¿por qué será? Los barrios de Intxaurrondo y Altza están calcinados… Y algo se mueve bajo el suelo: unos oscuros túneles unen toda la ciudad… ¡las catacumbas! Pero no te aventures, colega: como te he dicho, algo se mueve ahí abajo por las noches… También se oyen rumores sobre la ladera de Ulía: puede que allí esté la respuesta a todo esto… o puede que acercarse a sus límites sea lo último que hagas…

Esto ya no es San Sebastián, colega. He oído rumores, susurros asustados… este lugar se llama Galerna.

Un estampido ensordecedor; un fogonazo que te deslumbra. Una explosión de llamas ilumina la ciudad en sombras. ¡Corre, todavía estás a tiempo de escapar! A no ser…

A no ser que quieras acompañarme en esta aventura.

Bienvenido a “El akelarre de San Sebastián”.

En enero de 2022…

10 comentarios en “CÓMO SE GESTÓ «EL AKELARRE DE SAN SEBASTIÁN».”

  1. Me dejas boquiabierto con tu fantástica (nunca mejor dicho) narrativa.
    Creo que tienes la capacidad de atraer a las mentes curiosas y ávidas de lectura, con tus expléndidos párrafos.
    Sigue así txapeldun!!!
    La fama te espera a la vuelta de la esquina.

  2. Me ha encantado el libro, fue una compra sin saber, estaba envuelto en la librería y solo ponía una pequeña reseña del librero y encima un cartel que ponía algo así » te atreves a fiarte de tu librero».
    Me atrapó desde el primer momento, he disfrutado mucho leyendo, y me lo he terminado en 3 días tenía que obligarme a dejar de leer para hacer otras cosas necesarias.
    Gracias por esa escritura tan bien hecha y tan envolvente que te lleva a estar dentro de la historia.

    1. ¡Qué bueno leerte! Me ha hecho mucha ilusión tu comentario. ¡Siempre hay que fiarse del librer@…! Voy a sacar la segunda parte en un mes, ¡espero que la disfrutes…!

  3. Kaixo campeón!! Estoy terminando Los juegos de la sangre de Vitoria y me temo que me voy a quedar con las ganas de más… No tardes en publicar el siguiente, por faaaaa…

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